martes, 29 de enero de 2013

SE RECOMIENDA SOÑAR...DESPIERTOS




Dicen los científicos y los expertos en conducta humana, que soñar es recomendable y beneficioso para nuestra salud mental, para sostenerse entre tanto vaivén al que estamos sometidos, como un punto de enlace, con la infancia de la que nunca debemos alejarnos y sobre todo, como motor indiscutible para la creación. Hölderlin, decía: “el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona”. Nuestros mejores momentos, días y épocas, han sido a la espera de que el sueño cargado de esperanza, porque nunca viaja solo, se cumpliera, y esos momentos previos a su realización, han sido quizás, los de mayor disfrute.

 En el sueño, todo está dentro del campo de lo posible. Walt Disney, un soñador por excelencia, tenía en su lugar de trabajo, un espacio decorado con imágenes, dibujos, bocetos, ideas y conceptos que él llamaba “ el rincón para soñar”. De ese cuarto, dedicado a dar rienda suelta a la imaginación, saldrían las películas de cuentos, con los que disfrutamos varias generaciones, a pesar de la parte moralista y lacrimógena, que siempre llevaban,  hoy en día, son clásicos de la animación. Del sueño, nace la creatividad, es su motor de arranque y alimento indispensable, de él, se nutre dando paso después, a la innovación, en todos los campos cognitivos de la mente humana. 
 Dicen, que de la pregunta ¿y si?,  nació la ciencia ficción y tantas obras científicas y artísticas, en que sus autores simplemente, se dieron el permiso de soñar y después, utilizar los sueños,  como herramientas maravillosas para llevar sus proyectos a la práctica. 




 Del acto creativo, podemos distinguir tres fases fundamentales para que se realice: el primero, seria soñarlosin restricciones, sin miedo, aplicándonos el hecho de que somos seres ilimitados, en nuestra capacidad de pensar y crear mundos paralelos a la realidad. El segundo paso, sería la etapa realista, aquella en que la razón entra en el juego, junto a la lógica y el sentido común, que nos advierte de lo posible y realizable, nos concreta poniendonos los pies en tierra. Y la tercera fase, seria aquella, en que se lleva a la práctica, materializando el sueño, haciéndolo nuestro, propio, luchando por él, apartando el miedo, sin desistir. Y si nos equivocarnos, no sentir la batalla perdida, admitir el hecho de haber encontrado otra manera de ver las cosas, otro camino, aunque este, no nos sirva para nuestro proyecto o meta. De cuantos proyectos desviados de la idea original, no nos ha beneficiado la ciencia, la farmacopea, etc.




 La edad más creativa del ser humano, está entre los 2 y los 4 años. Las redes de neuronas, con que trabaja nuestro cerebro, se activan unas con otras, provocando autenticas marejadas de ideas. A partir de los 7 años, disminuye esa capacidad, aunque seguirá presente en todo nuestro desarrollo. Sin restricciones, el cerebro es ilimitado, pero después con el crecimiento, vienen las limitaciones sociales, ambientales, culturales; zancadillas y represas al hecho humano por excelencia de la creatividad. Siempre es más dócil y manejable, el individuo que sigue los lineamientos sin rechistar, establecidos por los intereses de otros.
 Shekespeare, dijo una vez : “estamos hechos de la misma materia de los sueños”, somos sueños, que hay que desarrollar y construir, aunque también tengamos la alternativa,  de quedarnos viviendo dentro del sueño o de sus alrededores…

Imágenes tomadas del blog El baul que no tenia mi abuela y de la red

martes, 22 de enero de 2013

RESEÑA PUBLICADA EN LOQUELEIMOS.COM



Siempre es bueno y alentador saber que otros compañeros, con los que compartimos la afición  al apasionante mundo de las letras, te publiquen  algo en su espacio, por eso, aprovecho la ocasión para agradecer a Luis SM y su equipo del portal www.loqueleimos.com, dedicado a reseñas de libros, por la publicación de" Cuando fumar era un placer" de Cristina Peri Rossi  que escribí hace algún tiempo, igualmente  recomendarles este sitio ameno y bien construido de reseñas de todo tipo de literatura, especialmente narrativa.
Saludos cordiales desde Caracas y muchas gracias

martes, 8 de enero de 2013

DIARIOS DE RIBEYRO








Por estos días leo los diarios de Julio Ramón Ribeyro y me sorprende su cercanía, la identificación que puede sentir cualquiera que escriba, desde el escribidor aficionado  al escritor  consagrado. Cualquiera que le dedique pasión y tiempo a este oficio, al arte de expresar por medio de la palabra,  las distintas  formas de ver la vida  y tomar posición  ante ella.
 En algún momento, muchos de nosotros hemos llevado  un diario con más o menos gloria, hemos sentido la necesidad de la confesión al papel del que suponemos el mejor de los oyentes, al menos el más fiel e incondicional. Dice Ribeyro, que todo diario nace de la soledad, de la escapatoria, de la necesidad vital de comunicación y expresión que nos identifica como raza humana. Es difícil llevar un diario cuando no hay introspección y una mirada sincera hacia el interior de nosotros mismos. Se supone que los diarios están escritos para ser leídos por el mismo que lo escribe, en una especie de relación íntima,  viendo la evolución y el fluir de conciencia, pero en el fondo, todos desean ser leídos por un lector curioso y que se produzca  entre ambos el beneficio de la identificación. 






 Ribeyro comenzó a escribir sus diarios en los años 50 en Lima, y de allí se autoexilió a París,  donde trabajó como periodista para la agencia France Presse y más tarde, fue consejero cultural y embajador  para la Unesco. De sus años en esta ciudad están fechadas sus mejores páginas, amaba la ciudad, sus brumas y sus gentes, y cuando se alejaba por trabajo o descanso, no dejaba de nombrarla y piar por ella. Vivió también en Madrid, Múnich, Berlín. De su estadía en Madrid comenta: “Es curioso, pero en Madrid pierdo la capacidad de concentración y tiendo a extrovertirme.  Me resulta difícil permanecer solitario, reflexionar, en consecuencia mantener con regularidad este diario. Prueba de ello es que durante los ocho meses   de mi primera residencia en esta ciudad ( noviembre de 1952 a julio de 1953) no escribí ni una sola línea en este cuaderno y mas bien frecuenté los cafés y a los amigos. En París todo resulta distinto. Es una gran escuela de la soledad”     
Palabras curiosas para una persona introvertida y silenciosa como él. Como todo escritor que se precie, es un gran observador, poco conversador, dedica la mayoría de su tiempo a observar el latido de la vida, detallando los lugares y sobre todo a la gente que le rodea. De este poder de percepción nacen sus personajes, sus libros de cuentos,  historias cotidianas que están al alcance de la mirada; seres con los  que compartimos la ciudad y avatares diarios, pero que por su cotidianeidad no son reseñadas, apenas tenidas en cuenta como algo interesante a relatar.
Sus diarios, escritos con una absoluta sinceridad, dan cuenta de una personalidad quisquillosa, empeñada en buscar la quinta pata al gato, un eterno desasosiego le habita, que él reconoce y admite y alienta, como un destino, del cual no puede ni debe sustraerse; es un escritor, un bohemio que narra la vida y esa es su mirada.





En sus diarios, nos reconocemos como seres inconstantes, siempre dispuestos a posponer la disciplina que este oficio necesita para escribir y después corregir, apartándonos del fluir cotidiano de la vida. De sentir el peso de la soledad que implica estar ante la hoja en blanco que nos desafía y nos convoca al mismo tiempo. De los remordimientos que sentimos al no poder compaginar  muchas veces, los roles asignados de proveedor para el hombre, y cuidadora y defensora de la vida para la mujer, con la pasión por la escritura, con la  sensación de felicidad que nos produce todo lo relacionado con la palabra, su oficio y divertimento.
De sus diarios se desprende la hoja de vida de un hombre común y silvestre, cercano como sus rituales y miedos. Se reconoce  buen amigo de sus amigos con los que mantiene conversaciones que se prolongan hasta el amanecer en su modesto apartamento de la Place Falguiére. Sus contertulios y paisanos Brice Echenique, Vargas Llosa entre otros, a los que admira y con los que en determinadas épocas compartió vivienda. Cerca de ellos siente, a pesar de todo, ser un escritor fracasado, incapaz de escribir “la novela” como Cien años de soledad, La ciudad y los perros o Un mundo para Julius. Se auto describe como escritor de corto aliento, incapaz de largos trayectos por falta de concentración y una noria de estados anímicos que le llevan de la exaltación del gran escritor al fracasado. Al contrario que los escritores de su generación apostó por el cuento, el relato corto que sintetiza en el escueto y cuidado lenguaje, la mirada siempre ávida de nuevas posibilidades narrativas.





Después de leer su diario, me encamino de nuevo a sus cuentos, que ahora leo sabiendo las circunstancias en que los escribió. Es una extraña sensación la de conocer sus pensamientos mas íntimos con los que nacieron algunos de ellos, sus problemas de salud, muchas veces al borde de un desenlace fatal, sus soledades parisinas, la relación familiar, la  añoranza  por sus paisajes y al mismo tiempo, el desencanto al acercarse a ellos. La camaradería y rivalidad con escritores amigos, que le lleva a pensar en el tiempo perdido en vivir lejos de sus manuscritos, y sumergirse en su vida laboral; en lo que hizo o dejó de hacer en un constante y duro autoanálisis.
 “Nosotros tenemos una personalidad compuesta de lecturas y que pide prestada- cuando escribimos- su ética, sus sentimientos, sus convicciones y su lenguaje, no al hombre cotidiano que la porta, si no a los cientos de personajes confundidos que encierra nuestra memoria”
La distancia escritor- lector se acorta, late entre sus páginas la vida que transcurre con los sobresaltos y la placidez que todos conocemos. Entre sus páginas no encontramos ni al mito, ni a al héroe, ni al hombre que escribe con poses de sabio. Su eterna duda sobre sus capacidades ante el quehacer literario, el planeo entre la vida real presentada en su dura realidad y la magia y control que se puede tener al crear historias, nos sitúan ante un libro de carácter intimo y testimonial que, como un espejo, muestra el alma del que lo escribió un día, buscando el desahogo y bienestar que da la confesión.

La tentación del fracaso
Julio Ramón Ribeyro. Ed. Seix Barral, Biblioteca Breve.

Imágenes tomadas de la red
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