A mis amigos invisibles, aquellos que visitan el blog con asiduidad y aquellos que pasan por aqui, en un paseito de esos que todos damos, cuando nos metemos en internet a buscar algo. A todos agradecerles y convocarlos para seguir encontradonos en esta ventana.
Paz, Salud, Prosperidad y Felices Fiestas para todos.
viernes, 24 de diciembre de 2010
lunes, 20 de diciembre de 2010
EL PRURITO DE DICIEMBRE
Todos los diciembres sin falta, y como una predestinación divina, me pregunto por qué las ciudades se vuelven aún más desquiciadas que de costumbre, convirtiendose por estas fechas, en un gran mercado persa, volviendo las calles intransitables de gentes que van y vienen, como hormigas guiadas por las feromonas.
A todos nos invaden los mismos sentimientos encontrados. Por un lado el llamado “espíritu navideño” se apodera de nosotros queriendo ser mejores en todo: mejores ciudadanos, mejores hijos, mejores compañeros; regalar a todo el mundo, no importa lo que gastemos y que el mes de Enero lo pasemos en blanco. Hay que consumir, hay que estar alegres, hay que querernos todos, por decreto, o como por un mandato que viene implícito junto con el último mes del año, junto a los cielos azules y despejados; junto al frío amable por estas fechas en el trópico.
Al mismo tiempo desearíamos desaparecer de las ciudades, de sus luces, del ruido, del tráfico infernal, de la compulsividad de comprar cosas que en la mayoría de los casos no hacen falta. A eso llamo “el prurito navideño”, que se manifiesta en esa loca carrera de hacer y comprar “todo” antes del 24, ¿será que acaba irremisiblemente el mundo todos los 24?
Se pintan las casas (no importa que en Nochebuena se esté aún limpiando), se tapizan muebles, se hacen cortinas, se tiñen los pelos, se instalan cocinas, etc, etc., y etc. Otro prurito muy común es el de la comida. “Hay que” comer de todo lo que no se ha comido durante todo un año y además, en cantidades excesivas. Nuestras mesas están groseramente repletas de todo tipo de sabores, los típicos de Diciembre, más los antojos que se han ido acumulando durante todo el año. Resultado: una culpa tremenda en Enero y consultórios llenos de pacientes arrepentidos en el primer mes del año, con el presentimiento de que caeremos una y otra vez en la misma historia.
También, hay quienes rompen ese círculo compulsivo y obsesivo yéndose de las ciudades, de sus luces y sus sombras, tratando simplemente de descansar y sobrevivir a los días “felices y festivos” de Diciembre.
sábado, 18 de diciembre de 2010
HABLABA Y HABLABA...
Max Aub
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
Cortesía Ciudad Seva
Hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba, y hablaba. Y venga hablar. Yo soy una mujer de mi casa. Pero aquella criada gorda no hacía más que hablar, y hablar, y hablar. Estuviera yo donde estuviera, venía y empezaba a hablar. Hablaba de todo y de cualquier cosa, lo mismo le daba. ¿Despedirla por eso? Hubiera tenido que pagarle sus tres meses. Además hubiese sido muy capaz de echarme mal de ojo. Hasta en el baño: que si esto, que si aquello, que si lo de más allá. Le metí la toalla en la boca para que se callara. No murió de eso, sino de no hablar: se le reventaron las palabras por dentro.
Cortesía Ciudad Seva
miércoles, 15 de diciembre de 2010
jueves, 9 de diciembre de 2010
MEDIO PAN Y UN LIBRO
Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931.
"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz.
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