martes, 16 de septiembre de 2014

UN CUENTO FEMINISTA




ARREPENTIMIENTO TARDÍO

Adán no estaba contento. Eva no daba el ancho que él necesitaba. Era tonta como una puerta giratoria, no podía discutir con ella temas interesantes y de tanta obsecuencia lo tenía hasta más arriba de la coronilla. Además dormía con ayuda de píldoras y permanecía en un estado de languidez insoportable.
Además, Adán no podía dejar de recordar a Lílith y la vida interesante que había llevado junto a ella. No había dos días iguales. Lílith era inteligente, siempre estaba inventando cuentos e historias sorprendentes, hacía mil cosas entretenidas, se reía como una niña con los chistes y a la hora de hacer el amor, era incansable y creativa.
- Dios, quiero pedirte una tercera oportunidad, esta vez con Lílith, pero me gustaría que le hicieras algunos cambios. Por ejemplo que no me discutiera tanto y que no pretendiera tener un mundo propio. – le pidió a Dios.
-Lo siento mucho, Adán, hasta aquí no más llegan los cambios. No puedes andar por la vida cambiando de mujer como quien cambia de hoja de parra. Te di la posibilidad de elegir y elegiste. Y además, estas esperando un hijo. O Eva o nada- le contestó Dios algo molesto.
Y Adán tuvo que irse con el rabo entre las piernas, mordiéndose los nudillos de pura rabia contra Dios, que era tan poco comprensivo y magnánimo. Si para él era fácil ayudarlo con sus problemas de pareja: era cosa de que chasqueara los dedos para volver todo a su lugar, también como estaba antes.





Gabriela Aguilera. Escritora chilena, estudió Antropología en la Universidad de Chile, e hizo un diplomado en Estudios Mexicanos en la UNAM.
Arrepentimiento tardío, pertenece al libro Fragmentos de espejos, microcuentos escritos con una mirada de género, como ella comentó: “Escribí Fragmentos de espejo porque tuve que mirarle la cara y soportar la ley de divorcio en mi país”.
Pertenece a una interesante iniciativa de Ciclo de Lecturas  Públicas donde lee textos propios y ajenos en las distintas Bibliotecas Públicas, para después establecer un diálogo abierto con los asistentes, donde se establecen lazos entre escritor y lector.


lunes, 1 de septiembre de 2014

LA MOSCA QUE SOÑABA SER ÁGUILA






 Los cuentos de  Augusto Monterroso se parecen a él: son pequeños y compuestos de un tierno cinismo. Su escritura es minuciosa y cuidada. Sus personajes, desde ranas, ovejas y moscas, parece recordarnos como Machado, que la belleza del lo escrito,  no requiere de grandes temas transcendentales, sólo de la mirada lúcida y sensible de que ve más allá de la superficie  de lo que nos rodea. Después, esos personajes  nos muestran la precariedad de lo humano, nuestros límites y quimeras, pero siempre dejando un espacio a la compasión porque nada del ser, le es ajeno.





Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad: pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas , así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.

En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos. Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía a poner las sienes en la almohada.  



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