Amigos, les traigo estos fragmentos de los recuerdos, anti memorias como él las llama, del poeta colombiano Jotamario Arbelaez, sus inicios en la lectura, su relación con la abuela, la causante de alebrestarle la imaginación entre oraciones y novelas de amor...
Rezamos o leemos, me
pregunta mi abuela todas las noches después de persignarnos y santiguarnos.
Ella va trayendo al escondido -y después los devuelve- algunos libros de la
biblioteca de Luis, el esposo de la tía Tina, y me pide que se lo lea, pues
ella, a pesar de lo viva que es, no tuvo tiempo ni paciencia para aprender a
leer y escribir.
Solo cuando estoy muy
cansado de haber jugado al futbol en el pasaje me transo por las oraciones,
entre las que no faltan el Padrenuestro, el Avemaría, la Salve, el Señor mío
Jesucristo, y una que me gustaba mucho y no volví a oír y rezaba: Bendita
sea tu pureza/Y eternamente lo sea/En tan graciosa belleza/Hoy todo un Dios se
recrea (…)
…Nos acostamos a las
ocho, ella en su cama grande y la mía contra la pared de la pieza, donde todas
las noches sacramentalmente me orino. Antes de la sesión reglamentaria de paseos por la gran comedia humana, ella
apaga la luz, se pone el camisón al
oscuro y orina sentada en la bacinilla con un chorrito cantarino que
pone al aire hacer olas. Enciende, abre el escaparate y saca de él una media de
aguardiente de la que bebe un trago largo, escupe en la bacinilla caliente, se
cobija y me da la orden de arranque. Un centavo por página leída fue mi tarifa.
El primer libro que le leí por capítulos fue El hombre de la máscara de
hierro, del que quedé enamorado. Después siguieron El Conde de Montecristo, Veinte años después, lo que nos hizo devolvernos a Los tres mosqueteros, y La hija maldita (“ Leeme una miajita de
Lucilamiller”, me pedía). De allí pasamos a La
hija del cardenal ( por error , pues me hizo suspender la lectura cuando
empezaron las bacanales de los clérigos), El
jorobado de Notre Dame, y empezamos los
Miserables, pero tiré la toalla porque me mamó Víctor Hugo. Nos pasamos al
atormentado de Maupassant. Y allí empezaron mis migas con la literatura
francesa…
Jotamario Arbelaez (Cali,
1940)
Nada es para siempre.
Antimemorias de un dadaísta.
Ed. El perro y la rana. Venezuela
Imágenes de Fernando Botero, tomadas de la red