El gusto. El sentido más sabroso
Laura Esquivel en su libro Como agua para chocolate nos muestra el placer y el erotismo en la cocina. Universo femenino y críptico en la lucha contra el patriarcado que somete. Con un lenguaje metafórico sus protagonistas van evocando sus sentimientos paralelamente a la elaboración de los platillos, como tesoros únicamente entendibles por el alma femenina y que fueron pasando de generación en generación.
El espacio de la cocina ha sido trinchera para la mujer desde hace miles de años y a su vez, también ha sido el hogar caliente y seguro que calma y reconforta, lleno de olores, ruidos y sabores que nos conducen a lo más remoto de nuestros orígenes. Por medio del simbolismo de la cebolla, nos muestra el concepto arquetípico de la mujer-sufrida, del destino trágico de su género. Yo prefiero verlo desde otro concepto: el de la mujer que evoluciona y rompe estereotipos; que busca al hombre para caminar a su lado, ni detrás ni adelante; y que, simbólicamente, como la cebolla, se va deshaciendo de capas inútiles, que si bien la han protegido durante toda su historia, también le han impedido llegar a mostrar su verdadero núcleo.
El tacto. El sentido más sensual y cambiante.
A la piel se la reconoce por el tacto, en el sentir de las minúsculas terminaciones nerviosas, como una suerte de ejércitos primeros en explorar territorios desconocidos. Nos protege y nos alberga, habitamos en ella, por necesidad y también, por una especie de lujo que nos concedió la naturaleza.
Cuando la piel se expresa, es siempre mas autentica que nuestras palabras, porque escapa al control y gobierno del cerebro, ese tamiz fino, pero de fuerte tramado que alberga todas las restricciones que el ser humano ha ido inventando. La piel, poco a poco nos fue dando identidad, para bien o para mal, nos etiquetó con marcas indelebles capaces de alejarnos o aproximarnos a los otros. Sobre ella, como en un dúctil papiro, se escribió nuestra vida, recogiendo alegrías y pesares, los desvelos por lo nunca alcanzado, o la placidez del sueño a la sombra de un olmo verde.
Como el poeta, confesamos que hemos vivido, y que no negamos el mas mínimo surco escrito en ella.
A veces, nos metimos curiosos en pieles ajenas e intentamos ver el mundo desde ese nuevo lugar, para confirmar después, que a pesar de los pesares, el nuestro era mejor, aunque solo fuera por lo conocido.
El escritor sabe como nadie de los cambios de piel. De la inquietud y el desvelo que padece cuando sus personajes, indefensos y desorientados rondan al principio por su mente, en busca de un autor que les de un destino que vivir. Pero, los personajes como los hijos, solo son prolongaciones nuestras, que llegado su momento, se independizan dejándonos también, un poco huérfanos.
Por medio de los personajes, se busca el vivir vidas ajenas no atrevidas por inseguridades, cobardía, o la comodidad de la rutina; y cuando esas barreras se logran superar, ha cambiado tantas veces de piel, que la suya propia, llega a ser una amalgama de todas las demás en las que anduvo. En ese querer vivir otras vidas, aunque sea puro artificio, se apuesta y se expone la piel, quedando desprotegidos.
A través de ellos, y dependiendo de la imaginación, las carencias, o los “yoes” que nunca emergieron del interior de nosotros, seremos: audaces y sensuales cabareteras, científicos brillantes y medio locos; aventureros suicidas que se sumerjan sin miedo en los agujeros negros de la razón.
Cada personaje creado lleva nuestro rastro, marcas de agua, ciertos aromas que nos identifican como autor, especie de huellas dactilares que exponen nuestra historia de vida a la crítica ajena; porque somos dueños de la palabra emitida, pero no de su interpretación.
Otras veces el personaje creado, poco a poco se fue apoderando de nuestras palabras y actitudes, y con él dejamos que los demás nos reconocieran en un juego de identidades.
Pasó también, que el personaje creado, se apoderó del espacio y la fama de su creador, anulándolo prácticamente, como en el caso de Arthur Conan Doyle y su celebrado Sherlock Holmes.
Por eso, quizás dicen que los escritores, tienen rasgos de esquizofrénicos, por aquello de la cantidad de personajes que pueblan su mente, heterónimos conscientes y admitidos, o no conscientes, pero que de igual forma se hacen presentes con sus rasgos y características particulares. Arturo Graf lo tenia bien claro cuando decía: “El de la locura y el de la cordura, son dos países limítrofes, de fronteras tan imperceptibles, que nunca puedes saber con seguridad si te encuentras en el territorio de la una o en el territorio de la otra”.
María, muy buen e intereante trabajo el que realizas analizando los sentidos en los escritores y su literatura y todo ese abanico de interpretaciones y puntos de vista que admiten. "Como agua para chocolate", también llevado al cine, es una novela gustativa pero como tú muy bien señalas, es a través de los sabores como se desbelan las vicisitudes emocionales y vitales de un grupo de mujeres. ¡Qué decir del tacto! que es la manera que el lector tiene de palpar la piel de los personajes, sus objetos, todo aquello que que los envuelve. Y me parece genial esa reflexión final acerca de la cordura-locura del escritor. Cohabitar con tantos mundos paralelos bullendo constantemente por todos las esquinas del cerebro desenfoca a veces la realidad del mundo propio o ¿la realidad son los mundos paralelos?.
ResponderEliminarUn gran y cálido abrazo, amiga.
Felicidad, gracias por la lucidez de tu comentario, siempre acertado y explicativo, un lujo que te pases por aquí, amiga.
ResponderEliminarOtro abrazo grande para ti.
¡Cuánto se aprende al leerte! y un placer tu manera tan pedagógica de recorrer los entresijos de ese hermoso oficio de la escritura.
ResponderEliminarUn abrazo
Beatriz ( El blog de Beatriz).
Me identifico agregando la referencia de mi blog porque no puedo acceder con mi perfil y los problemas técnico me obligan a convertirme en una Anónima-
Beatriz, que gusto saludarte y saber de ti. Si, yo también he tenido problemas para enviar los comentarios,tengo que hacer varios intentos hasta que lo consigo.
ResponderEliminarGracias por comunicarte y te envio un fuerte abrazo.
Me ha encantado este recorrido por el mundo de la palabra , me trae a colación el libro de Rosa Montero " El amor de mi vida " , Un abrazo para tí .
ResponderEliminarTambién el olfato ha sido fuente gran inspiración literaria. ¡Ah! El perfume...de las cosas.
ResponderEliminarUn saludo.
Me encanta visitarte y leerte, muy interesante el tema, ademas de ser los sentidos motivo de inspiración, escritor, el poeta, potencia tanto sus sentidos al escribir que cuando lo lees, estas sintiendo en cada frase, en cada verso, lo suave, lo áspero, aromas de dulzura de tristeza, etc.
ResponderEliminarMucho abrazos de luz y precioso fin de semana.
Mau
Años atrás éramos de cerebro y alma. Lo demás, lo subjetivo, lo cercano al animal, la prisión del alma. Hoy, ya lo sabemos y experimentamos, somos un cuerpo que vive, que disfruta, que sufre ausencias y goza de la compañía. Y los que nos adentramos a la afición de escribir debemos considerar el cuerpo como un todo para hacer de una hoja en blanco y un lápiz un lugar sagrado.
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