Hace muchos, muchos años, cuando vine a vivir a esta parte de la ciudad, desde mi estepa castellana, sus calles me parecieron pequeños bosques, sombreados y jugosos. Sus estrechas calles, algunas ciegas, desembocaban en otras también cortas, de pavimentos levantados por las raíces de los árboles centenarios, que estorbaban indiferentes el paso de los transeúntes. Vimos crecer la zona, hacerse mayor de edad, poblandose de nuevos habitantes, que empezaban a emigrar desde otros puntos de la ciudad y del país.
Con el tiempo, la calle por la que andas continuamente y te lleva al lugar donde habitas, se vuelve “ mi calle”, con el sentido de posesión que da lo transitado y conocido por años, transformándose en una especie de prolongación de tus espacios, para hacerse compartidos, de los que cuidas y estás pendiente.
Por estas calles, vimos bajar las trombas de agua turbia buscando el río en el deslave del 99. Las vimos heridas por troncos y piedras, que las navegaron furiosas hasta encontrar un recodo, donde descansar tanto ímpetu.
Hemos visto, como la canícula del verano ablandaba el pavimento y lo volvía material casi inflamable. Volvían pardas las hojas de los árboles y los pájaros, huían alarmados buscando el frescor de la montaña.
Las hemos visto desiertas, en toque de queda, producir sombras y ruidos que a todos nos espantaban, hemos atisbado su noche oscura, tras las cortinas buscando el sueño que nunca llega.
También las vimos festivas, alborotadas por el paso de las bandadas de gente joven a las salidas de los colegios, oliendo a borra y calor. Parejitas que buscan el descuido de la luz para enlazarse, en abrazos cortos y pasajeros.
Pero con el tiempo, fuimos sorprendidos, por esos acontecimientos plenamente avisados y esperados por todos, pero que aun así, causan conmoción y dan un vuelco a nuestra vida.
La calle se fue poblando de otras gentes, ajenas, que ya no reconozco.
Pertenecen a esa otra ciudad, donde el sol cae de plano y la lluvia desbarata sus techos sin misericordia, donde la expectativa de vida llega a los veinte y algo, porque la violencia y la mengua se los llevará antes.
Esa otra ciudad, que no conocemos y de la que nos separa un meridiano invisible que nos colocó a cada uno a un extremo, sin que se mediara palabra entre ambos, y un día, como en un desbalance ecológico, empiezan aparecer, y a intimidar y asustar, buscando revanchas y abriendo heridas y desde entonces, las calles se han vuelto de nadie, solitarias, mientras nos atrincheramos los unos de los otros, asustados, desconfiando, temiendo…
Es una historia que me resulta familiar ya que algo muy parecido socialmente sucedió en las calles de Buenos Aires. Y los árboles hasta les sirven de hogar a personas que no sabemos aún cómo han quedado excluidas de toda dignidad. Nos tememos y desconfiamos mutuamente mientras las autoridades hablan de números positivos y no hacen nada ni por unos ni por otros.
ResponderEliminarUn saludo.
Me haces recordar las calles de mi niñez, por donde jugaba y transitaba solo. Ahora sería imposible.
ResponderEliminarFer me dejaste anonadado, con esa descripción que invita al recuerdo como dice en su comentario Florentino..
ResponderEliminarUn abrazo. ah.. la foto.. magnifica elección.
Mis hijos se refieren a la calle de la casa como "mi calle"...Un sentimiento que también tuve yo de niño.
ResponderEliminarLlego más allá...Ahora digo mi pueblo...Con esa sensación de orgullo de tener cosas ;D
Besote
Un descripción de la calle tierna, intimista, nostálgica y con un toque de amargura. ¿por los tiempos pasados? ¿por las nuevas gentes que han venido a turbar nuestra "paz"? Todo es mutable y los tiempos pasados, pasado han. Un saludo desde mi mejana
ResponderEliminarAl leerte he recordado estos versos de Benedetti:
ResponderEliminar/Si pudiera elegir mi paisaje
de cosas memorables, mi paisaje
de otoño desolado,
elegiría, robaría esta calle
que es anterior a mí y a todos/
/Aquí hay pájaros, lluvia, alguna muerte,
hojas secas, bocinas y nombres desolados,
nubes que van creciendo en mi ventana
mientras la humedad trae lamentos y moscas/
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¡Cuántas historias guardan nuestras calles, cuántos secretos
entrecomillados entre sus perfiles, cuánto de nuestra vida adormecida en su cemento !
A veces la nostalgia nos deja un sabor dulce en cuanto nos acerca hasta aquello que nos hubo pertenecido y desde donde la memoria recoge instantes nuestros.
Un abrazo amiga y leerte ha sido recuperar imágenes. Emocionarme
María, acercarme y pasear por tu calle ha sido un entrañable y hermoso descubrimiento. Arteria viva por la que la sangre del lodo ha circulado tumultuosa, los árboles expandido raíces de historia, los enamorados tranquilos, el bullicio de los niños dándole vida, el sol implacaple reverberando pasiones...Hasta que llegaron los furtivos, acechantes, expulsados del presente, exiliados de la razón, y la calle se ha tornado sombría. La noche parece larga pero las estrellas están más próximas a retornar. Y con luz y con todas las farolas encendidas, furtivos y pobladores podrán mirarse a la cara sin más armas que la palabra y la justicia. Es un sueño pero los los sueños también se cumplen.
ResponderEliminarUn abrazo inmenso amiga.
Uno siempre teme a lo que no conoce. Es duro y, más de una vez, trágico. Al mismo tiempo es interesante esa ignorancia compartida: te da una razón de vida, te obliga a abrirte, a ver con más ojos que los tuyos y los de los tuyos. El no saber cómo es tu hermano, ese con el que compartes las calles (uno y él a cada lado de la acera, pero inexorablemente en la misma calle) te enseña cosas que ni otros países, ni otros idiomas, ni números con más números te podrían enseñar. El no saber cómo es tu hermana te enseña mucho de ti: el contraste y la observación de tus pensamientos mientras la miras, el descubrir con sus palabras lo que salen de las tuyas. Y tu hermano y tu hermana también aprenden. Es tranquilizante saber que no sabemos. Es la vía para que hablemos y así, la paz.
ResponderEliminarMaria perdona que te llmara Fer, pero es que acababa de comentar en su blog y se me traspapelo el nombre.. jejeje... pero el comentario esra para ti..
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola amiga, luego de recorrer tus calles en medio de la perplejidad que siente aquél que no se ha percatado de todo lo que ellas significan en nuestras mentes, sentimientos y recuerdos, te cuento que:Desde mi Blog No te duermas sin un cuento. . .te he traído un regalo, el que comparto con Blogs y autores que conocen la versatilidad del humano y del Mundo, conforme los requerimientos del caso. Te dejo el link así vas derechito hasta él. Un fuerte abrazo, María.
ResponderEliminarhttp://miscuentosmimundo.blogspot.com.ar/p/galeria.html
Es verdad que hacemos de nuestra calle una especie de prolongación de nuestra casa y cuando vemos perturbada su tranquilidad, podemos llegar a sentir el temor de lo que nos amenaza de cerca.
ResponderEliminarPor la mía, una noche vi pasar tanques. Su ruido tronaba en la noche. Se habían apoderado de ella. Duró poco aquello, por fortuna.
Un abrazo.
Acompañándote por tu calle, he tenido la sensación que ya lo había vivido, que me era familiar; sí es así por los cambios o la inseguridad que últimamente estamos percibiendo.
ResponderEliminarUn abrazo:)
Mmmm. Las calles de nuestros pueblos y ciudades que nos hacen armar tantas historias, algunas buenas y otras no tanto, pero que siempre estaran unidas a nuestros recuerdos. Con estos tiempos que se vivien esperemos que pronto lleguen otros mejores. Saludos querida Maria.
ResponderEliminarFer, Florentino, Amigo de la Laguna, Manuel, Felipe, Beatriz, Felicidad, Joselito, Zuni, Amigo Viajero, MP Moreno, Lourdes, gracias a todos por pasar, y se les quiere
ResponderEliminarUna descripción muy acertada de la realidad.
ResponderEliminarPor cierto soy Pérfida
Un saludo coleguita
(> " " <
ResponderEliminar( ='o'= )
-(,,)-(,,)- Hola ya estoy de vuelta pase a saludarte.
B E S I T O S
Leyendo tu entrada pensaba en "mi" calle. Aquella en la que crecí, ahora cuando paso por ella ha perdido la vitalidad y el dinamismo de hace años. ha perdido gran parte de su personalidad y se ha vuelto más gris, más parecida a las otras calles.
ResponderEliminarSaludos
Hay algunas callecitas que esconden ese que se yo viste... me gusto leerte, recorde mil calecitas por las que anduve....
ResponderEliminarBeso grandote, lindo blog
María, ves! este sí ha sido un tópico de estas convocatorias hace un año atrás. Espero con ansias tu relato, pero esta vez no responde a una nueva convocatoria. Esta semana se tratará de colores. La pienso linkear pero desde mi otro blog : and what about rochies life . Gracias por tu mail, si quieres lo linkeo igual desde estas penas de Olga Orozco. Un abrazo!
ResponderEliminarTe lo dejo aquí: justamente salió publicado entre los textos de nuestros Jueves, relato; allá en España.
ResponderEliminarhttp://and-what-about-rochies-life.blogspot.com.ar/2011/09/calles.html
Gracias Rossina, estamos pendientes, es una estupenda manera de conectarse y conocerse entre blogueros.
EliminarUn fuerte abrazo.
No sabes como entiendo tus letras, María. Cuando me defino, lo hago como "ciudadana del mundo" porque he vivido en tantos sítios... Y en cada uno dejé una raíces, unas vivencias, una vida y por supuesto unas calles, una Iglesia, una fuente o una plaza...
ResponderEliminarUn abrazo