Pintura de José Ruiz Blanco |
Hay hechos, aptitudes, a veces geografías, que formaron parte de nuestra historia en esos primeros años, en que según los profesionales, se almacena la información y se forma gran parte de nuestro carácter, nuestra vida interior; nuestra impronta.
Hechos, como muescas indelebles que nos diferencian de los otros; hilos conductores que recorren toda nuestra biografía personal.
Pertenecen al pasado, a un tiempo inasible, olvidado ya, pero que han permanecido en nuestro interior gestando el presente.
Con el paso del tiempo, se va reflejando en las palabras y los temas, en los colores y las formas; en cualquier material que haya servido para nuestra expresión y voluntad creadora.
Porque es desde la carencia que buscamos lo perdido, lo anhelado para su compensación o su olvido
Son sensaciones, imágenes, temas recurrentes que vuelven a nosotros una y otra vez, porque escribimos desde lo que somos y sentimos, desde el limo con el que nos dieron forma.
Otras veces los recuerdos se activan en la memoria por sensaciones olfativas o del gusto, como en el famoso caso de las magdalenas que menciona Marcel Proust en su libro En busca del tiempo perdido.
Un sabor puede llevarnos hacer un viaje en el tiempo, a recordar un episodio del pasado y volver a experimentar las mismas sensaciones que se produjeron originalmente.
Antonio Machado escribió una vez, sobre la luz enceguecedora de un patio de Sevilla, la que prendió en su recuerdo y con el paso del tiempo, vertebra su historia, haciéndose palabra y poesía.
El agua está en nuestra memoria en forma ríos, mares, pozos, lagunas; en forma de malecones alguna vez paseados. No hay infancia sin agua, sin el disfrute de la escapada, sin la exploración de lo novedoso; sin que sus aguas nos hayan trasportado a otros mundos, donde todo esta dentro del reino de lo posible.
Los deltas del Orinoco, esas infinitas venas que alimentan tierras, son para Humberto Mata el principio y cauce de muchas de sus narraciones.En sus cuentos del agua, la hace protagonista por medio de identidades que no fluyen con su movimiento natural, por represas propias o ajenas que todos hemos sentido en algún momento.Otras veces, la fluidez del agua es la que avasalla al personaje, hasta llevarlo a situaciones nunca antes imaginadas, contra las que toda lucha pareciera inútil y perdida de antemano, donde la metáfora de Heráclito se vuelve cuerpo y razón en ese fluir que invita a sumergirse mientras el agua sea.
María, interesante reflexión sobre aquellos caminos, "hilos", que nos avivan una idea, una palabra, una frase, un argumento que nos llevará a recovecos y lugares, desde una realidad antigua y solapada. Ignorada u olvidada, en el momento de plasmar una creación artística, pero iluminada al final del trayecto. Son esos "hilos" invisibles que nos mueven, desde cierta inconsciencia, pero que parten de un punto y tienen un origen. Y que en algunos autores, si hablamos de literatura, se vuelven obsesivos o constantes, y significan su obra y la dotan de una voz propia e intransferible.
ResponderEliminarInteligente comentario, me ha encantado leerlo.
Un abrazo, desde Canarias.
Un post reflexivo que llama a la reflexión, lo que se agradece. Esos hilos conductores, esos deltas que van a su vez generando sendas y ríos en el cerebro, allí donde alojan las mentes: la que recuerda, la que racionaliza, la que se emociona... y desde allí nuestras conductas, nuestras formas de procesar la vida. Sin duda, la creación nos permite -en el terreno próspero donde los límites entre ficción y realidad se borran- volver a ver esos patrones que se instalaron en la infancia, recrearlos, exhorcisarlos, traerlos a la conciencia.
ResponderEliminarTe dejo un saludo fraterno desde el confín austral!
Hola, María: Soy Diana, la de la quincalla de al lado, un placer leerte y conocer tu trabajo. Magnífico. Un fuerte abrazo.
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