lunes, 20 de diciembre de 2010

EL PRURITO DE DICIEMBRE



Todos los diciembres sin falta, y como una predestinación divina, me pregunto por qué las ciudades se vuelven aún más desquiciadas que de costumbre, convirtiendose por estas fechas, en un gran mercado persa, volviendo las calles intransitables de gentes que van y vienen, como hormigas guiadas por las feromonas.

A todos nos invaden los mismos sentimientos encontrados. Por un lado el llamado “espíritu navideño” se apodera de nosotros queriendo ser mejores en todo: mejores ciudadanos, mejores hijos, mejores compañeros; regalar a todo el mundo, no importa lo que gastemos y que el mes de Enero lo pasemos en blanco. Hay que consumir, hay que estar alegres, hay que querernos todos, por decreto, o como por un mandato que viene implícito junto con el último mes del año, junto a los cielos azules y despejados; junto al frío amable por estas fechas en el trópico.

Al mismo tiempo desearíamos desaparecer de las ciudades, de sus luces, del ruido, del tráfico infernal, de la compulsividad de comprar cosas que en la mayoría de los casos no hacen falta. A eso llamo “el prurito navideño”, que se manifiesta en esa loca carrera de hacer y comprar “todo” antes del 24, ¿será que acaba irremisiblemente el mundo todos los 24?

Se pintan las casas (no importa que en Nochebuena se esté aún limpiando), se tapizan muebles, se hacen cortinas, se tiñen los pelos, se instalan cocinas, etc, etc., y etc. Otro prurito muy común es el de la comida. “Hay que” comer de todo lo que no se ha comido durante todo un año y además, en cantidades excesivas. Nuestras mesas están groseramente repletas de todo tipo de sabores, los típicos de Diciembre, más los antojos que se han ido acumulando durante todo el año. Resultado: una culpa tremenda en Enero y consultórios llenos de pacientes arrepentidos en el primer mes del año, con el presentimiento de que caeremos una y otra vez en la misma historia.

También, hay quienes rompen ese círculo compulsivo y obsesivo yéndose de las ciudades, de sus luces y  sus sombras, tratando simplemente de descansar y sobrevivir a los días “felices y festivos” de Diciembre.

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