No recuerdo en qué película conocí a Paul Newman. Cúal fue el personaje, si el amargado de La gata sobre el tejado de zinc, el que pasa de todo en Harper investigador privado, o el socarrón inolvidable de Dos hombres y un destino; pero el hecho es, que quedé flotando en el azul de sus ojos, encantada con su "caminao" y con esa manera de resolverse la vida metido en la piel de cualquier sujeto. Quizás la versatilidad le viniera de ser hijo de judío alemán y de madre de ascendencia asiática, de su pasantía por Yale o del Actor Studio; el caso es que el hombre enamoraba a todos en los primeros fotogramas en que aparecía. Que se lo digan a Joanne Woodward que estuvo casada con él por 50 años, y le acompañó en todos sus proyectos y aventuras nuevas. Siempre mantuvo su vida privada al margen de los saraos de Hollywood, y en los primeros años de los sesenta, le compró a la Warner su contrato en el estudio, para poder elegir con libertad los guiones y las películas en las que actuaría. Perteneció a la generación de Marlon Brandon y de James Dean y amó a tantas mujeres como el guión se lo exigía, pero a Joanne solo la compartía con su pasión por la Fórmula Uno, exactamente con su Porche 935, con el que terminó segundo en Las 24 horas de Le Mans, en el año 1979. Aunque su sueño, en sus años jóvenes, era ser piloto de aviones, al alistarse en el ejército descubrieron que el dueño de esos ojos azules tan hermosos, era daltónico. Fue uno de los primeros artistas famosos que se declararon hombre objeto por el acoso al que se veía sometido, por lo que usaba lentes lo mas oscuro que encontraba. Su filmografía se acerca a las 100 películas, con una variedad de registros con los que pudo demostrar su gran capacidad actoral y su magnetismo. También quiso explorar el mundo de la dirección con películas intimistas, de un gran lirismo y donde demostró su capacidad en la dirección de actores, como Raquel, Raquel y El efecto de los rayos gamma sobre las margaritas, ambas protagonizadas por su esposa Joanne. En 1984 dirigiendo la película Harvy e hijo, quiso encontrarse con un fantasma que le habitó durante toda su vida, la tristeza de haber perdido a su hijo por una sobredosis de alcohol y drogas, historia de desencuentros familiares que se repite por generaciones.
Quiso agradecerle a la vida lo mucho que esta le había dado, creando fundaciones como la Scott Newman y donando todas las ganancias de su empresa de aderezos y salsas llamada Newman's Own.
Utilizó la ironía como defensa ante el sinsentido de la vida y de los muchos personajes que interpretó, fue amalgamando su hoja de vida. Como dijo un periodista al saberse la noticia de su fallecimiento: "fue discreto y elegante hasta para morirse".
Hija de mi vida y de mi corazón, ¡¡María!!, además de a alegría de encontrar noticias tuyas en mi correo con la agradable buena nueva de que tienes este blog, encima, "entro" y lo primero que me veo es a esta belleza aparte de gran actor que es Paul Newman: conclusión, este domingo amanece bendito, :)))
ResponderEliminarSé de tu amor por el cine además de tu exquisita sensibilidad para desentrañar los recovecos de la acción artística en los seres humanos, así que preveo, estoy segura de intensa y reconfortante experiencia poder disfrutar del seguimiento de este tu "Asomada a la ventana" (me encanta el nombre, por cierto).
Un abrazo inmenso, María.
Por cierto, muchísimas felicidades por ese magnífico artículo sobre Emily Dickinson, que ya he podido leer en Almiar.
Gracia Sofia por tus palabras,yo tambien te mando un abrazo inmenso.
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