sábado, 11 de septiembre de 2010

CONTROL REMOTO.

En todas las familias existen guerras no declaradas, de guerrillas. Son silenciosas, excavan trincheras en nuestro cotidiano y por ahi, se deslizan conquistando terrenos y batallas. Se lucha generalmente por ganar espacios, imponer ideas, hacer nuestra sacrosanta voluntad y, por el dominio del control remoto. Artilugio en apariencia inocente, inalámbrico, inocuo. Preside espacios, ocupa lugares recónditos del sofá,desapareciendo y apareciendo en sitios insospechados.Instrumento deseable que invita a su posesión, a su control. Cabe en todas las manos, son manejables, ergonómicos, simbólicos. En las masculinas es arrogante e impositivo, en las femeninas, sugerente y sibilino; en las infantiles, directo e impulsivo. Como desata luchas, tambien preside consensos y armisticios. Símbolo de paz y de guerra. Aparato emblemático en nuestros hogares. A él le debemos gran parte de nuestro sedentarismo, de esa inercia que nos atornilla al sillón. Nos vuelve autómatas vagando por canales, por emisoras sin rumbo, pendientes de encontrar lo que no se nos ha perdido. Cuando se queda sin pilas, o se queda pegado, pareciera hacernos una demostración de fuerza, de como un aparato tan pequeño puede descolocarnos la vida por completo, alterando la convivencia familiar. A veces pienso que tiene vida propia, que de alguna manera tiene conciencia de su poder, de su influencia. Pero al final somos nosotras, las mujeres, las que con manos suaves y firmes, en una rapida escaramuza, muy propia de nuestra naturaleza, de nuestro savoir faire, controlamos al control.

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