jueves, 5 de diciembre de 2013

LAS VISITAS





Inevitable  en estas fechas, como el turrón y las almendras,  me pongo nostálgica cuando se pasean por mi memoria aquellos personajes y acontecimientos que me acompañaron durante la infancia. Leyendo las Memorias de Terenci Moix, mitad recuerdo, mitad fantasía, encontré este pasaje sobre las visitas que me hizo recordar aquellas que nos hacían familiares y amigos, y las que hacia mi madre, conmigo de compañía. Me recuerdo sentadita en una silla,  mis pies colgando y mi madre con su locuacidad habitual, relatando cualquier episodio familiar, disfrutando un montón, mientras yo me aburría con solemnidad de niña educada. Me agrada saber que para otros niños, también estas visitas pasaron a pertenecer al archivo personal de su memoria, y  como yo,  las vieron asombrados, con ojos y oídos bien abiertos, escuchando las conversaciones de los mayores, incomprensibles muchas veces, misteriosas otras, y casi siempre aburridas.




Por la mañana, el barrio se convertía en el feudo de las vecinas. Como sea que los maridos partían en búsqueda del jornal y los adolescentes a la escuela, sólo quedábamos los pequeñuelos o aquellos hombres, más escasos que se ocupaban de los negocios radicados en el barrio. Quedaba el tendero, el carnicero, los aprendices de pastelería, el quiosquero, es decir, los que a causa de su trabajo perdían su condición masculina para convertirse en prototipos. Pululando a su alrededor, en busca de sus servicios, el mujerío formaba un guirigay alborotando, proclives al grito y al insulto. Cuando esto no ocurría o cuando había pasado, las mujeres solían entregarse a un cotilleo  inofensivo formando corros y corrillos que llenaban las aceras de la calle y entre las cuales no era extraño localizar a mi madre. Para ser exactos, pasó entre aquella congregación muchos años de palique.





Por la tarde me encontraba ante otro tipo de mujer. Eran las “visitas” como entonces se llamaban a un curioso elenco de personajes, que se instalaban en los hogares a la hora del café  y no se largaban hasta que la más decidida, entre las mujeres de la casa, anunciaba que ya era tiempo de preparar la cena. Distinguiese de las vecinas normales porque solían llegar desde otros barrios, mucho más cercanos al envidiado Ensanche que a nuestro Peso de la Paja. Eran, por lo tanto, señoronas indiscutibles. Yo notaba en mis familiares cambios de apreciación muy repentinos. Se mostraban amables y de excelente humor mientras la visita estaba presente; pero, no bien cerraban la puerta tras ella, la maldecían y aseguraban  que el próximo día pondrían la escaba boca abajo para que se marchase antes. Pero yo seguía esperando con verdadero anhelo a las visitas que llegaban de barrios altos y se parecían mucho a las damas que salían en los dibujos del dibujante Freixas, con sus peinados altos Arriba España, las cejas cuidadosamente depiladas, zapatos de tacón muy afilados y las uñas pintadas con brillo tan rutilantes que dijeran se llamitas arracadas del fuego del infierno. Las visitas recordaban a perfumes Maderas de Oriente, a colonia Maja, a bisutería fina y a peletería de imitación…




Fotos de Catalá Roca, tomadas de la red

Memorias. El peso de la paja 1
El cine de los sábados

Terenci Moix

14 comentarios:

  1. Pues en mi casa, cuando había visitas, nos mostraban para que vieran lo guapos que éramos, pero luego nos despedían antes de que dijéramos algo inconveniente.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, esa era otras de las variantes con las visitas, antes de que los niños dijeran algunas inconveniencias,nos mandaban al cuarto a jugar...
      Un abrazo, amigo Floren

      Eliminar
  2. También recuerdo las visitas en casa en la tarde. Una dama francesa que vivía cerca de nosotros iba con su hija que estudiaba conmigo. También íbamos a su casa...
    De pequeño, recuerdo cuando mi abuelo decía en algunas oportunidades: La visita tiene sueño ;D

    Besote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esa frase es muy conocida aquí, en Venezuela, típica del buen humor y la ironía del caribeño...
      Besos, mi dóctor favorito

      Eliminar
  3. Suelo ponerme nostálgica para las Navidades también, y recuerdo esas visitas que se instalaban hasta la cena: todas las tías hermanas de mi abuela paterna y la parentela gallega, que hablaban a media lengua y me enseñaban zarzuelas o me hacían bailar.

    Un saludo!

    Fer

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, la navidad es tiempo de visitas, algunas se hacia eternas, y además nos ponían a los niños a demostrar sus habilidades...
      Besos , querida Fer

      Eliminar
  4. Uf, yo rehuia de toda visita, no me gustaba nada y cuando vienen las navidades me agobia mucho pensar en las reuniones, siempre me acuerdo mas de los que faltan que de los que estan y me da mal rollo
    Un besote

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Las navidades, para mi eran estupendas cuando los niños estaban pequeños y se disfrutaban a través de sus ojos y sus ilusiones, luego de mayores cambian y aparece la nostalgia, pero creo que es un proceso normal para todos..
      Besos, querida Esher

      Eliminar
  5. A mi no me gustaban nada las navidades, pero reconozco que las de la infancia siempre son las mejores.
    Besitos se feliz

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, es verdad que las de la infancia son las mejores, al menos las que uno preserva en su mente, como un tesoro, como un bien...
      Besos también para ti, querida Inma.

      Eliminar
  6. A veces la visita éramos nosotros, mi madre nos aleccionaba en el rellano de la escalera o en la casapuerta. No debíamos comer nada que nos ofrecieran,eras signo de pasar hambre.Así que mi hermana y yo pasábamos el rato de la visita intentando desviar los ojos de las galletas.Un suplicio,
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Si, Capitán,así era, estaba totalmente prohibido aceptar lo que nos dieran, imagínate el suplicio para unos niños golosos, como todo niño...,, en mi caso era la empanada gallega de una amiga de mi madre...
      Un abrazo, amigo

      Eliminar
  7. María, tu entrada es nostálgica pero también rescata esos tiempos en que las relaciones era más personales y nada virtuales.
    Recuero las visitas a casa y sobre todo a la casa de mis abuelos. Para mi siempre era un acontecimiento porque me apostaba discretamente y absorbía todo lo que escuchaba, lo que decían a media o voz, lo que no entendía y que el paso del tiempo pude traducir y comprender.
    Magníficas amiga, las fotos seleccionadas.
    Un fuerte y muy navideño abrazo, querida María

    ResponderEliminar
  8. Si, amiga, de pequeños somos todo ojos y oídos para descifrar las conversaciones de los mayores, yo recuerdo que en lo mejor de la charla, nos decían que nos fuéramos a jugar a otro lado y nos quedábamos todos frustrados pensando en lo interesante que nos estábamos perdiendo....
    Un gran abrazo navideño también para ti, querida Felicidad

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...