miércoles, 12 de enero de 2011

CLAUDE CHABROL, LA VIGENCIA DE SU OBRA




Como aun el calendario interno no acaba programar el nuevo año, y la ciudad todavía no despierta del todo, me fui al cine a ver una retrospectiva de la obra de Claude Chabrol, en el Celarg. Cuatro gatos de origen europeo y nostálgicos como yo, calentaban la sala.
Hacia muchos años que no veía nada de él, y me encantó ver que su cine sigue teniendo plena vigencia, por lo entendible y actual, por su temática interesante; porque en esencia el ser humano es el mismo, en todos los continentes y en cualquier tiempo. En “Una doble vida” (Á double tour 1959), Chabrol comienza con lo que será durante su carrera un tema recurrente: la critica feroz de la alta burguesía francesa, clase social que conoció de cerca.

Historia de una familia convencional burguesa, católica y funcional, pero que cuando es observada de cerca se sostiene en la apariencia de una normalidad y funcionabilidad inexistentes. Matrimonio de larga data, con dos hijos adultos, que aun están por descubrir su personalidad, emociones e intereses, ya que han sido rodeados por un mundo de representaciones donde todo forma parte de un decorado y una puesta en escena. El peso de las apariencias, el famoso “que dirán”, la falta de cuestionamiento a los valores heredados y una apatía de carácter, hace que estos personajes se muevan, de lo absurdo a lo oscuro de la conducta humana.

Chabrol dirige a sus personajes con autenticidad, mostrando sus acciones de una manera clara y entendible, en una construcción que va hilvanando las escenas con absoluta coherencia y belleza de imagen.
Bien dibujada la figura de la madre neurótica, aferrada a modelos caducos y falsos, atrincherada en los valores de su clase, e incapaz de levantar la voz ante un marido, aburrido ya de representar lo que no siente, porque el tiempo y el uso lo ha desgastado hasta convertirlo en un cínico, que no obstante, aún cree en la redención de su vida, por medio de un amor sincero.
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Jean Paul Belmondo y Antonella Lualdi, representan al novio de la hija y a la amante del padre. Él, un vivalavirgen simpático y amoral en apariencia, y ella, la amante por antonomasia que desbarata matrimonios que se sostienen sólo por una inercia enfermiza. A pesar de ser los que viven al margen de lo políticamente correcto, son los más coherentes en sus acciones. Ella será el chivo expiatorio, la sacrificada, en la cual la familia verterá sus frustraciones y rencores.
Él, los forzará a abrir los ojos y enfrentar de una vez por todas, los riesgos y las consecuencias que implica vivir, en la mejor acepción de la palabra.
Altamente recomendable, cerca de 2 horas de buen cine, cosa que se agradece en estos días de tanta película hollywoodiense.

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